Este hallazgo, publicado en la revista Journal of Archaeological Science, ofrece una nueva perspectiva sobre la relación entre humanos y perros durante los últimos siglos, al tiempo de avivar el debate actual acerca de la salud y oferta de razas braquicéfalas. El reciente descubrimiento de un perro pequeño con rasgos braquicéfalos dentro de una tumba romana de hace 2 mil años, en la antigua necrópolis de Tralleis (Turquía), revelaría que la cría de ejemplares de cara plana ya se practicaba en la antigua civilización. Este hallazgo, publicado en la revista Journal of Archaeological Science, ofrece una nueva perspectiva sobre la relación entre humanos y perros durante los últimos siglos, al tiempo de avivar el debate actual acerca de la salud y oferta de razas braquicéfalas. Según explicó Vedat Onar, de la Universidad de Estambul-Cerrahpasa, los restos encontrados pertenecen al cráneo y mandíbula del animal. Tras su análisis, se determinó que tenía el tamaño de un pequinés moderno y presentaba un grado agudo de braquicefalia. A pesar de que el contexto histórico indica que la mayoría de los perros en la antigua Roma cumplía funciones de trabajo como caza, vigilancia o pastoreo, el espécimen de Tralleis no presenta lesiones óseas asociadas a dichas tareas. En tanto, el análisis dental mostró que consumía poca comida dura, situación que refuerza la hipótesis de que se trataba de una mascota cuidada y querida, en lugar de un animal de labores. “Creemos que el perro pudo haber sido el compañero cercano del difunto de la tumba, quien probablemente incluyó en su última voluntad el deseo de un entierro conjunto, una práctica que refleja el vínculo afectivo entre humanos y canes en aquella época”, señaló Onar.