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Publicado en ECO

Costas en riesgo ante desequilibrio ecológico

Martes, 26 Enero 2021 00:01 Escrito por 

Algo pasa en el Caribe y Mesoamérica. Tres de las cuatro últimas temporadas ciclónicas en el Atlántico norte han sido de megahuracanes, con vientos de más de 250 kilómetros por hora. La de 2020 ha batido récords históricos, dejando millones de afectados, ocasionando pérdidas de miles de millones de dólares y debilitando unas comunidades costeras que cada año lo tienen más complicado para levantar cabeza entre las sequías prolongadas, las inundaciones épicas y los vendavales que vienen aumentando desde hace cuatro décadas.

Los bosques de manglar, arrecifes coralinos y pastos marinos actúan de barrera natural, protegiendo las costas del oleaje y la subida del nivel del mar, pero se desconoce cómo están reaccionando al aumento en la frecuencia, intensidad y duración de los eventos extremos por el calentamiento global. También se ignora hasta cuándo pueden resistir.

“En ningún otro lugar del mundo se juntan tantos riesgos climáticos y geológicos en un punto caliente de biodiversidad que, además, está expuesto a fuertes sequías y presiones como el turismo de masas”, afirma la experta en cambio climático y biodiversidad de la Universidad de Wageningen (Holanda), Rosa Maria Román-Cuesta. “La región es un laboratorio natural sobre calentamiento global, como los polos. Si queremos comprender cómo la intensificación de los eventos extremos puede afectar la resiliencia de los ecosistemas y de las sociedades humanas, Centroamérica es el lugar idóneo”, añade.

Responder a esta pregunta urge para salvaguardar sectores económicos clave como la pesca, la agricultura y el turismo; para conservar maravillas naturales como el segundo mayor arrecife coralino del planeta, de 1.000 kilómetros de longitud; y para preservar los servicios que los ecosistemas caribeños ofrecen al mundo de forma gratuita, como el secuestro de carbono azul en los suelos intermareales y bajo el mar. “Los ecosistemas costeros y marinos son vitales para reducir los riesgos asociados al calentamiento global, pero los planes de recuperación económica financiados por grandes donantes suelen pasar por alto la conservación y restauración de estas infraestructuras verdes,” dice Román-Cuesta. Un fenómeno que se ve agravado por la urbanización desordenada y masiva del litoral.

“Si queremos comprender cómo la intensificación de los eventos extremos puede afectar la resiliencia de los ecosistemas y de las sociedades humanas, Centroamérica es el lugar idóneo”.

Por ello, la investigadora y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) se han aliado con socios internacionales como la NASA, la Smithsonian Society y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV) de México en el primer estudio en profundidad sobre el impacto de los eventos extremos en los ecosistemas costeros de la región.

El objetivo final es apoyar a los Gobiernos en la mejora de sus planes de gestión de riesgos y orientarlos en la creación de espacios protegidos terrestres y marinos. “Es importante que los países tomen decisiones en base a datos científicos y no solo a la intuición”, dice el biogeógrafo Miquel Araújo desde el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), que co-lidera este proyecto con participación de ecólogos, oceanógrafos y expertos en clima de seis países y el apoyo de la Fundación BNP Paribas.

El proyecto CORESCAM se apoyará en las bases de datos recabadas durante décadas y de forma independiente por sus socios para estimar la resiliencia de los ecosistemas —o sea, su capacidad de recuperarse y volver a ofrecer servicios como la protección de costas y la provisión de alimentos—. El estudio está explorando el pasado para comprender el presente y, en última instancia, predecir el futuro. El equipo de Araújo, por ejemplo, contribuirá investigando el cambio en la distribución y abundancia de especies en función de variables como el viento, la temperatura y las precipitaciones. “La biogeografía predictiva nació hace solo un par de décadas y es posible gracias a la abundancia de datos a los que tenemos acceso hoy en día”, señala el experto, ilustrando una nueva era de la investigación científica marcada por las herramientas digitales y una mayor colaboración entre países y disciplinas.

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