Escapar de un depredador representa un instinto natural que está presente en el mundo silvestre, como resultado de una fuerte presión evolutiva que han vivido las especies para sobrevivir dentro de un entorno hostil. No obstante, también muestra la gran capacidad que tiene el cerebro al momento de reaccionar rápidamente a las señales de peligro.
Con base en este tema, recientemente el neurocientífico Tiago Branco, de la University College London, en Inglaterra, explicó para la revista Knowable Magazine que no todos los comportamientos que tienen algunas especies para huir es correr, pues de igual manera pueden saltar, nadar e incluso quedarse estáticos.
“Debido a la gran diversidad de especies, sus hábitats y depredadores, existen muchas formas diferentes de escapar de ellos”, declaró el experto.
“El escape es un ejercicio que requiere mucha energía y cuesta oportunidades perdidas. Todo este proceso inicia con la detección de una posible amenaza, la cual debe de ser bastante rápida e instintiva”, precisó.
Una vez que el individuo, detalla, nota por medio de la vista, sonido u olor la presencia de una amenaza, su cerebro comenzará a trabajar en una estrategia rápida que involucrará una serie de algoritmos complejos que darán las instrucciones a los músculos para moverse de cierta forma e ir hacia un lugar en específico.
La región encargada de lo anterior es la corteza retroesplenial (RSP), la cual se ubica en medio del órgano y cuenta con conexiones a otras estructuras cerebrales como el hipocampo.
“Las neuronas RSP codifican ubicaciones importantes desde el punto de vista del comportamiento, como puntos de referencia, ubicaciones de recompensa y una variedad de características espaciales del entorno”, señaló Branco.
A pesar de que el instinto de supervivencia es uno de los objetos de estudio más investigados, el también académico aseguró que aún quedan muchas incógnitas por resolver, puesto que hoy en día sólo se tiene una comprensión sencilla detrás de algunas técnicas de escape.