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Publicado en EDITORIAL

Infancia secuestrada

Lunes, 27 Enero 2020 17:23 Escrito por 
Infancia secuestrada Foto: José Luis de la Cruz

Los niños nacen marcados en México. En cuna de oro o en el arrabal, la infancia mexicana está marcada por los errores de la sociedad que basa sus acciones en la doble moral del consumismo y la pobreza que sangra este país.

Niños maltratados, esclavos, obligados a trabajar, abusados sexualmente, abandonados, faltos de amor, niños soldados. Hace unos días nos sorprendimos por los niños de Guerrero que con armas cargadas buscan hacer frente al narcotráfico que azota sus comunidades, sin embargo, al verlos en las calles volteamos la cara sin importar el contexto en el que viven todos los días.

Apesta a descomposición social, hiede a egoísmo. Inmersos en el día a día, ambas caras de la moneda están al aire. Los padres pudientes, esos que tienen la vida resuelta, los que viven preocupados por ganar más, por verse mejor, dedicados a ellos mismos, mientras sus niños son criados por nanas, choferes, guarda espaldas, niños que nacieron en cuna de oro, y con una tableta y un iPhone en las manos con lo que suplen el amor y atención de los padres.

39.2 millones de niños y niñas menores de edad habitan en México, más del 50 por ciento en la pobreza. Las otras marcas, las del hambre y la miseria, sin acceso a educación y atención médica, sin oportunidad de un futuro digno, sin miras hacia el mañana.

Los niños no solo dejaron de ser protegidos por sus padres, ya no juegan en el parque, ahora son obesos, les permitimos que desarrollen su imaginación por medio de las redes sociales y el internet, nos olvidamos de ellos.

Los sexualizamos, los abandonamos, los hemos relegado a ser los olvidados en el país de “no pasa nada”, donde la iglesia católica se convirtió en ejemplo de abuso de menores y no en el refugio y guía espiritual que necesitamos en estos tiempos de tempestad.

¿Qué estamos haciendo de nuestros niños? ¿Qué hace falta para que mejoremos sus condiciones? Es necesario que se corrija el camino y que esta sociedad egoísta comience a rectificar el mañana, porque ellos serán los adultos que tomarán el país en unos años.

Es momento de parar y reflexionar sobre lo que estamos haciendo con nuestros niños, equilibrar la balanza y dejar de destruir su infancia.

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