La imagen de un gato saltando y huyendo tras caer en la bañera resulta familiar para muchos. Si bien la creencia popular indica que los felinos rechazan el agua, hay excepciones notables entre los felinos domésticos.
En entrevista para el portal Popular Science, Kristyn Vitale, especialista en comportamiento animal, afirmó que la mayoría de mininos muestran rechazo al agua, pero advirtió que no todos reaccionan igual.
“Sucede como con las personas: nunca se puede generalizar por completo…Basta observar redes sociales para encontrar ejemplos de gatos que disfrutan la ducha, evidenciando la diversidad de comportamientos en la especie”, comentó.
Según la especialista, para entender esta conducta hay que remontarse al origen evolutivo del gato. Los ejemplares actuales descienden del gato salvaje africano (Felis silvestris lybica), que pesaba entre 2.7 y 8.2 kilogramos, similar a una mascota mediana.
Este antepasado solía habitar zonas áridas de Egipto e Irán, donde cazaba presas terrestres, sin desarrollar conductas acuáticas. Como resultado, los gatos domésticos no presentan adaptaciones naturales a la vida en el agua.
Sin embargo, para Vitale, la evolución no es el único factor detrás del rechazo al agua, pues recalca que tanto la crianza como la socialización resultan fundamentales.
“A diferencia de los perros, que suelen familiarizarse con al agua durante sus primeros meses, los gatos casi nunca tienen un contacto positivo con ella. Así, si sus experiencias iniciales son negativas, como caídas accidentales o baños forzados, pueden desarrollar temor; por el contrario, aquellos que relacionan el líquido a situaciones agradable, pueden llegar a buscarla”, expuso.