El agujero en la capa de ozono sobre la Antártida no es estático. Sus dimensiones cambian de manera regular cada año: entre agosto y octubre aumenta su tamaño, alcanzando su cobertura máxima durante septiembre y mediados de octubre. Y es que el aumento gradual de las temperaturas en el hemisferio sur durante esta época debilita el vórtice polar, ralentizando la disminución del ozono, y para finales de diciembre, sus niveles vuelven a la normalidad.
Sin embargo, este 2020 todo eso está cambiando.
Tras varios años de reportes acerca de que la capa de ozono se estaba recuperando gracias a ciertas medidas implementadas a nivel mundial, la realidad es muy distinta: el agujero en la capa de ozono de la Antártida es de los más grandes y profundos de las últimas décadas.
De acuerdo con los registros del satélite Copernicus Sentinel-5P de la Agencia Espacial Europea (ESA), este año, el frío polar ha ralentizado la recuperación del ozono. Específicamente, este año, el agujero alcanzó un tamaño máximo de unos 25 millones de kilómetros cuadrados, niveles comparables únicamente con los registrados entre 2015 y 2018, fechas en las que se detectaron áreas de 25.6 y 22.9 millones de kilómetros cuadrados respectivamente.
El futuro de la capa de ozono
Desde que los investigadores de todo el mundo se dieron cuenta de la importancia del agujero en la capa de ozono, inmediatamente se tomaron medidas para luchar en contra de él; no obstante, su recuperación es un proceso lento y la predicción científica apunta a que esta volverá a alcanzar su estado normal aproximadamente en el año 2050.