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Publicado en CULTURA

Antología de Miradas

Sábado, 07 Noviembre 2020 10:53 Escrito por 

Berenice Romano Hurtado

Centro Toluqueño de Escritores, 1998

Por Mateo ‘Almaniin

El arte de la escritura es también el de observar. No puede haber escritura si antes no se efectúa una labor de observación minuciosa, detenida; mirar escudriñando cada mínimo, ínfimo detalle, por insignificante que pueda parecer a los ojos distraídos de cualquier persona común. Pero para un escritor, los detalles son, precisamente, la veta de diamantes en bruto que habrá de pulir con su escritura.

Mirar, observar, contemplar es el trabajo –y el tema de este libro– que Berenice Romano Hurtado ejecuta a la perfección en una Antología con sabor añejo, pero a la que el tiempo, del mismo modo en que ocurre con los buenos vinos, ha dotado de un sabor exquisito; y que el lector avezado, como el mejor catador, encontrará delicioso de degustar con la mirada, cerrando así el ciclo al que su título nos invita.

El libro se divide en tres secciones. La primera, subtitulada como “Memorias del cuerpo”, se conforma de siete relatos en los que la mirada y el erotismo tienden un puente indivisible, insalvable únicamente para quienes encuentren en el goce de la carne un sinónimo del pecado y no estén dispuestos a dejarse caer en la tentación. Y es que si de algo parece estar segura Berenice Romano, es de que todos los límites que nos conducen a lo prohibido existen, están ahí, justamente, para ser transgredidos.

El erotismo, como manifestación del sentido primordial del ser humano, busca y encuentra diversos caminos por medio de los cuales hacerse perceptible; lo mismo sucede con las miradas en estos siete cuentos, que podrían comprenderse como siete rutas hacia esa compenetración del ser consigo mismo a través del otro para alcanzar la comunión simbólica con lo divino.

Descubrimos aquí miradas de rechazo, repudio e incomprensión hacia lo prohibido-desconocido (La despedida), la mirada distorsionada por el deseo oculto aún, pero que ya se intuye (La pecera), la del reconocimiento del deseo inscrito en la filiación por la sangre (El baile), de la negación del propio deseo (El piano), de la contemplación extática del ser deseado (El té), del delirio y la locura a los que desear nos conduce (El general), y de la sublimación del deseo en la conjunción de la carne y el alma, el goce final del fruto prohibido (Entre los ciruelos).

Continúa “Entremés”, con tres relatos que sustraen al lector del erotismo para aterrizarlo con la vista puesta sobre situaciones mundanas, en las que la cotidianidad no está peleada con el humor. Así, las miradas de la sospecha y de la intriga se confrontan en las figuras de un padre colérico y un pintor dispuesto a contar cualquier cosa con tal de salvar su vida (De maderas y colores); las de la indignación e indiferencia, cuando un hombre común da testimonio del conflicto que una acción bien motivada es capaz de desencadenar (El cronista), y la de la lujuria, que hace confundir a un joven amabilidad por interés de parte de una camarera (En otro café).

El cierre de esta Antología lo protagonizan los ojos femeninos. Aquí nos encontramos con las miradas de la ingenuidad y del sentido común, donde la verdad y la mentira se enredan en un juego del gato y el ratón (En el café); la del asombro, cuando una amante del séptimo arte descubre de qué manera la realidad supera la ficción (Un buen espectáculo); la de la esperanza por desmontar las creencias y estereotipos que estigmatizan la figura de la mujer (El regalo), y la mirada del goce y el placer de una mujer que derriba las barreras de aquello que la sociedad determina y acepta como lo estrictamente femenino (Olores).

En esta Antología de miradas, Berenice Romano hará que el lector se atreva a mirar más allá de lo evidente; una invitación a observar con los ojos –y el resto de los sentidos– bien abiertos.

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