Este fin de semana cumplió 10 años el Acuerdo de París, un pacto internacional que ha marcado un antes y un después ante el desafío del cambio climático.
Firmado en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático 2015 (COP21), celebrada en la capital francesa, este tratado entró en vigor una vez cumplido su doble criterio de ratificación: un mínimo de 55 países, que representan la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Inicialmente, la meta era no superar los 2 grados centígrados respecto a los niveles de la era preindustrial; sin embargo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) solicitó fijar el objetivo en 1.5 grados centígrados tomando en cuenta las no tan favorables proyecciones de sus informes posteriores.
Así, el Acuerdo de París se convirtió en piedra angular de las políticas climáticas mundiales, las cuales a lo largo de los últimos años han ido enfocándose cada vez más en la cuestión de la financiación: quién paga, cuánto, cómo y a quién para afrontar las consecuencias de esta crisis.
De igual manera, busca la neutralidad de carbono (emisiones netas cero), idealmente a mediados del siglo XXI; mejorar la transparencia para la acción y el apoyo; apostar por la tecnología y la formación; e incrementar la capacidad de las naciones involucradas para cumplir con sus propios compromisos climáticos.