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Publicado en MEDIO AMBIENTE

¡Oh, no! Respirar aire contaminado en los primeros años de vida podría cambiar el cerebro

Viernes, 07 Octubre 2022 00:01 Escrito por 

Respirar aire contaminado, sobretodo en los primeros cinco años de vida, está relacionado con cambios estructurales en el cerebro durante la preadolescencia, advirtió un nuevo estudio elaborado por el Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona.

Publicada esta semana en la revista Enviromental Pollution, la investigación contó con la participación de 3 mil 500 niños y es la primera en su tipo que toma en cuenta la exposición a la polución desde el nacimiento hasta los 8 años y medio de vida, con una medición de la evolución mes a mes, lo que ha evidenciado que los mayores cambios se dan cuanto mayor es la contaminación recibida en los primeros 60 meses de vida.

Según explica Anne-Claire Binter, investigadora de ISGlobal, respirar aire contaminado de niño afecta la conectividad estructural del cerebro, que es la existencia de fascículos o tractos de sustancia blanca que conectan a diferentes regiones del órgano.

Además de la asociación entre la contaminación del aire y la conectividad estructural del cerebro, el estudio también encontró un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2.5 y el volumen del putamen, estructura del cerebro relacionada con la función motora y los procesos de aprendizaje.

En ese sentido, los resultados indicaron que cuanto mayor es la exposición a las PM2.5, especialmente en los primeros dos años de vida, mayor es el volumen del putamen, situación que podría derivar en algunas enfermedades mentales como esquizofrenia, autismo y trastorno obsesivo-compulsivo.

“El estudio resulta novedoso porque identifica los periodos de susceptibilidad a la contaminación atmosférica. Hemos utilizado una escala temporal más precisa para considerar la exposición, analizando los datos mes con mes, cuando los trabajos anteriores únicamente investigaban trimestres de embarazo o años de infancia”, señala Binter.

“Una de las grandes conclusiones es que el cerebro es especialmente vulnerable a la contaminación atmosférica no sólo durante el periodo de gestación, sino también en la infancia”, finaliza.

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