Los factores sociales que influyen en cada persona, como la educación, la religión o el contexto rural o urbano, son determinantes al momento de atribuir cualidades “humanas” a los animales de compañía, situación que podría opacar la importancia ecológica de aquellas especies menos carismáticas y descubrir los objetivos de conservación más amplios.
A esta conclusión llegó un equipo internacional de investigadores, el cual realizó un estudio entre adultos de cinco países (Brasil, Indonesia, México, Malasia y España) para intentar comprender de qué manera sus factores sociales modifican la tendencia a atribuir cualidades humanas a estos seres, lo que los investigadores denominan “antropomorfizar”.
Tras aplicarles un cuestionario centrado en su crianza y percepciones sobre la similitud física de los animales con los seres humanos y sus juicios acerca de la capacidad de los primeros para la emoción, la conciencia o el libre albedrío, los autores comprobaron cómo se usan nuestras cualidades propias y las imágenes para obtener apoyo a iniciativas de conservación.
Aunado a lo anterior, encontraron que otros factores como la integración social, la vida urbana, la educación formal y la religión, influyen en la tendencia de una persona a atribuir características humanas.
“Por ejemplo, las personas que suelen sentirse solas o no tienen una buena conexión con los demás, a menudo intentan satisfacer su necesidad de conexión social viendo cualidades humanas en animales u otros seres no humanos”, indicó Federica Amici, de la Universidad alemana de Leipzig.
“En tanto, aquellas personas con experiencias más urbanas, como cuidar de una mascota, visitar zoológicos o consumir contenido multimedia donde aparecen animales, mostraron una mayor tendencia al antropomorfismo en toda la encuesta, y fueron más propensas a atribuir consciencia, emociones e intencionalidad a los animales”, expuso.