Los picos de las distintas especies de aves que existen se presentan en múltiples formas y tamaños. Algunos son delgados y finos, como los de los colibríes; mientras que otros resultan filosos y robustos, como en las águilas.
Si bien durante mucho tiempo la comunidad científica pensó que estas formas eran simplemente parte del azar evolutivo, un nuevo estudio acaba de revelar que, en realidad, existe una regla matemática que podría explicar el desarrollo de dicha extremidad.
Publicada en la revista iScience, la presente investigación señala que esta regla no sólo se aplica a la mayoría de las aves actuales, sino que también puede emplearse para describir la forma de los picos de algunos dinosaurios.
En ese sentido, los autores sugieren que, al estudiar los picos con base en esta fórmula, es posible comprender mejor cómo evolucionaron los rostros tanto de las aves como de los mencionados animales prehistóricos a lo largo de los últimos 200 millones de años. Incluso, aseguran que permitiría identificar casos en los que estas reglas biológicas se ignoran por adaptaciones evolutivas particulares.
Denominada como “cascada de potencia”, esta expresión describe cómo el ancho de una estructura aumenta desde la punta hasta la base, sin importar que se trate de un pico; dientes; cuernos; pezuñas; o caparazones.
Para desarrollarla, el equipo involucrado analizó 127 especies diferentes de terópodos. De esta manera, descubrió que el 95% de los picos y hocicos de este grupo siguen la regla, lo cual plantea que el terópodo ancestral poseía un hocico dentado que creía conforme a esta fórmula.
“Si esta `cascada´ es una regla general de crecimiento para los picos, entonces debería observarse desde que las aves son polluelos hasta que alcanzan la adultez. Por ello, nuestro siguiente paso será analizar este proceso de desarrollo en distintas especies”, apuntaron los científicos.