A nivel mundial, se calcula que existen poco más de 240 mil especies de caracoles y babosas, las cuales habitan en diversos entornos como océanos, ríos o lagos.
Los caracoles tienen concha y las babosas carecen de ella, pero tienen algo en común: se mueven despacio.
¿La razón? Ambos animales pertenecen a un gran grupo de animales emparentados conocido como moluscos; entre ellos se incluyen las almejas, las ostras, los calamares y los pulpos. Sin embargo, a su vez, dentro de los mismos existe otro sector más pequeño, los gasterópodos, donde es posible encontrar a los caracoles y babosas.
Teniendo en claro lo anterior, la lentitud de ambas especies tiene tres factores principales: cómo se mueven, qué comen y qué se los come.
Movimiento
Los caracoles y babosas pueden moverse gracias a un “pie ventral”, el cual consta de una banda muscular que recorre la parte inferior de su cuerpo y está cubierta de una mucosidad. Cuando ésta se contrae, el músculo se ondula y envía pequeñas ondas desde la cola del animal hasta la cabeza. Luego, las ondas comprimen la sustancia de la parte inferior del pie y lo convierten en un líquido resbaladizo que permite al individuo deslizarse.
En ese sentido, su velocidad está limitada por el número de contracciones del “pie ventral” y la cantidad de moco que producen.
Alimentación
A comparación de otros, estos animales no necesitan apresurarse para encontrar comida, pues la mayoría se alimenta de plantas, materia en descomposición y animales marinos anclados en un lugar, como las esponjas.
Depredadores
Contrario a lo que se pudiera creer, los caracoles no huyen de sus depredadores, ya que les basta con meterse en la concha para esconderse.
Por otro lado, las babosas utilizan su color gris, tostado o marrón a fin de camuflarse en el entorno. Además, su mucosidad tan pegajosa puede atascarse en la boca de los depredadores y dificultar la masticación.