En los confines del Océano Atlántico, una tragedia silenciosa ha teñido de luto las costas de Georgia del Sur.
Durante el último par de años, la gripe aviar acabó con una de las mayores concentraciones de vida salvaje de todo el hemisferio sur: casi la mitad de las hembras reproductoras de elefantes marino (Mirounga) murieron.
Tras meses de conteo con drones y realizando análisis de campo, el Servicio Antártico Británico, junto a investigadores internacionales, confirmaron que entre 2022 y 2024, el número de ejemplares hembras en las tres colonias reproductoras más importantes de la isla se redujo en un 47%. Lo anterior se traduce en el fallecimiento de más de 50 mil animales.

Según explicaron, todo comenzó con un ave, específicamente un petrel gigante antártico (Macronectes giganteus), el cual fue hallado inmóvil en la llamada Isla Pájaro.
A partir de ese momento, el virus H5N1 en su versión 2.3.4.4b, detectada por primera vez en 2020, se convirtió en una fuerza virulenta sin precedentes, misma que ha exterminado no sólo millones de aves, sino también mamíferos marinos.
En palabras de los especialistas, la propagación en Georgia del Sur fue tan rápida como devastadora, toda vez que los elefantes marinos ofrecen las condiciones perfectas para la transmisión: cuerpos apretados, mucho contacto y una vulnerabilidad que nunca antes había sido puesta a prueba a tal patógeno.