En el Museo de Bellas Artes de Boston, Estados Unidos, acaba de inaugurarse “Van Gogh: Los Retratos de la Familia Roulin”, una exposición sobre la conexión humana, la cual está dedicada a una serie de retratos del artista neerlándés de una sola familia.
La presente muestra reúne más de los 26 retratos que Vincent pintó de la familia Roulin, compuesta por el cartero Joseph; su esposa Augustine; y sus tres hijos, Armand, Camille y Marcelle.
Tal y como suele suceder con van Gogh, en esta colección incluyó un torrente creativo, pues todos los retratos de los Roulin se realizaron durante un periodo de ocho meses: desde el verano de 1888 hasta febrero del año siguiente.
De acuerdo con los curadores de la exposición, el principio y final de ese lapso de tiempo, considerado uno de los más importantes en la historia del arte, enmarcan la llegada de Paul Gauguin al sur de Francia, donde el neerlandés soñaba que ambos construirían una comunidad creativa duradera, y el espantoso acontecimiento que llevó al primero a huir, poniéndole fin de manera decisiva a su incipiente colaboración.
Considerando el estado sostenido de intoxicación creativa en el que se encontraba después de mudarse a Arlés (Francia), resulta por demás conmovedor que van Gogh escogiera dedicar tanto tiempo a retratar a una familia.
¿Qué necesitaba este hombre solitario de los Roulin? La respuesta es simple: una conexión verdadera, misma que se refleja, por ejemplo, en el cuadro de Joseph, quien vestido con su elegante uniforme azul del gobierno, el pintor lo presenta como algo más que un cartero, sino como un amigo leal.
De la misma manera, Augustine es expuesta más que su esposa e incluso más que una madre. En otras palabras, cada miembro de la familia Roulin fue plasmado con su propia singularidad intacta e inolvidable.
*Fuente: Infobae