El plástico PLA (ácido poliláctico), de origen biológico y biodegradable que es habitualmente utilizado en platos, vasos y cubiertos de un solo uso, no se degrada más fácil en el mar que aquellos que provienen del petróleo, como el poliespán, polietileno o poliestireno.
Así lo ha concluido un reciente estudio liderado por el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo, publicado en la revista especializada Marine Enviromental Research.
Investigaciones anteriores habían probado que este tipo de plástico no se biodegrada a menos de 60 grados centígrados, una condición que no se da en los océanos. Si bien, los expertos esperaban que éste resultara más sensible a la fotodegradación (provocada por la luz solar) y que los productos resultantes fueran más fáciles de eliminar gracias a las bacterias marinas, esto no fue así.
“Que el plástico sea biodegradable no quiere decir que se degrade en cualquier condición. Por ejemplo, el plástico compostable necesita temperaturas de más de 50 grados centígrados para desaparecer; sin embargo, esto no ocurre en el océano ni en otros entornos naturales”, señaló la autora principal del estudio, Cristina Romera Castillo.
Para llegar a su conclusión, Cristina y su equipo expusieron distintos tipos de plástico a las condiciones de temperatura y radiación habitual del océano, y posteriormente analizaron el carbono orgánico que éstos liberaban como consecuencia de su degradación.
De esta manera, los especialistas observaron que el plástico biodegradable PLA no libera más carbono del que expulsa el plástico derivado del petróleo. Además, revelaron que el plástico viejo contamina mucho más que el viejo.
En concreto, los resultados mostraron que el plástico arrojado al mar abierto estaría liberando, cada año, hasta 57 mil toneladas de carbono orgánico disuelto, más del doble de lo que sugerían investigaciones pasadas con base en fragmentos de plástico nuevo.